jueves, 27 de octubre de 2011

Entes Sociales

Lugar de ilusiones encontradas en el espacio infinito, nuestro sitio alabado por el deseo y el amor sumerge nuestro ser en alegría y algarabía. Empapados huyen nuestros cuerpos librándose de la escoria llamada sociedad que salpica y ensucia nuestra conciencia, desplazando la naturaleza sabia y divina, transformándola en ente de consumo sin ideología.

Humanos nos gritan, claman nuestros nombres los muertos del día a día, una y otra vez regocijándose en su lecho llamado rutina, expectantes para ser vistos y destellando una sonrisa pasajera y superficial, imitando la cordialidad jamás heredada.

Ellos vacilan, fingen estar asustados. La muerte los acecha infraganti, se ocultan en las sombras de las edificaciones y muros, simulan ser rehenes de los males actuales y la paranoia colectiva.

viernes, 19 de agosto de 2011

Azul - por tina.

Frente a mí el inmenso azul del cielo, infinito, hermoso, profundo y resplandeciente cielo. En mis manos sentía el cosquilleo del césped sobre el cual yo yacía, el perfume de las flores mezcladas con el aroma de la tierra mojada me embriagaban, sumiéndome en un éxtasis absoluto. Mi calma finalizo cuando en el cielo enormes nubes de tormenta apagaron al sol, logrando así, que me hundiera en la oscuridad y a lo lejos, muy a lo lejos, se oía un penetrante pitido, intermitente e insufrible, que aumentaba progresivamente hasta sentirlo dentro de mí, era de mí de donde provenía aquel estremecedor sonido.

Entonces abrí mis ojos y allí estaba en mi pequeña habitación, arroje el despertador hacia una esquina llena de ropa sucia y allí entre el desorden murió su infernal llamado. Las tres de la tarde marcaba mi teléfono, podría seguir en la cama pensé, tal vez si volvía a dormir retornaría a aquel hermosos paraje, pero mi cuerpo pedía a gritos algo de verticalidad. Me levante de la cama y al pararme sentí como si miles de luces se prendieran ante mis ojos dejándome momentáneamente en un estado de ceguera, que se desvaneció rápidamente. Me dirigí hacia la puerta pateando a mi paso, toda la basura que había en el suelo, desde cajas de cartón hasta zapatos. Una vez fuera de la habitación me dirigí al baño, allí me plante ante el espejo para así observar detenidamente el caos en mi rostro, pequeñas líneas rojas surcaban la mitad derecha de el, en un destello de locura pensé si marcarían el camino de regreso a aquel lugar, pero no, solo eran el remanente de horas y horas de sueño. Allí en la soledad del baño me pregunte ¿ahora qué?, podría ir a la cocina a comer algo, podría, pero sabía que no lo iba a hacer, m e dirigí hacia el sillón y prendí la televisión.

Podía pasar horas eternas en el limbo del entretenimiento barato, pero ¿estaba yo ahí?, mi mente vagaba entre el mundo de la imagen y el color, entre los anuncios y los carteles de colores, entre los cero kilómetros y los perfumes.

Mire por la ventana, solo un edificio y allá arriba en la esquina superior derecha un pequeño jirón de cielo. Me permití soñar con salir volando y fundirme con el azul, ser parte de todo y ser la nada, que me permitiera viajar, ser luz surcando el infinito o ser una palabra que viaje de boca en boca incendiando el alma de quien me pronunciara. Entonces una luz se prendió dentro de mi pecho, una pequeña luz como la de un árbol de navidad. Y pensé en salir, en correr.

Me vestí con lo primero que encontré a mi paso y salí de casa. En la calle vi el mundo como nunca antes lo había visto, las personas eran grises sin colores, eran marionetas y de sus extremidades salían hilos casi invisibles que subían hacia el infinito. Camine entre ellos como tantas veces antes lo había hecho, sentía la opresión en el pecho, y el dolor en mis manos de las cuales colgaban rotos hilos finos como cabellos, algunos seguían tirantes y me hacían lento el caminar, pero corrí, grite y corrí, poniendo espacio entre mi pasado y yo, corrí hasta que la presión que antes sentía en mi cuerpo desapareció cuando todos los hilos fueron cortados. Seguí corriendo cada vez más rápido, hasta que remonte vuelo y por fin me fundí con el azul del cielo.

Para mi musa

Eterna compañera de ilusiones y fantasías, perturbadora y melancólica amante de encuentros fugaces, compulsivos y frenéticos. El son de tus caderas al compas de mi danza macabra vuelve frenético y compulsivo hasta al más calmo.

El sentir de los alborotados tambores reviviendo lentamente a los muertos, que revolcándose en su lecho, anuncia nuestro destino sincero, el que en un día gris y lluvioso marco la nueva era.

viernes, 27 de mayo de 2011

Paranoia final - tina ( cuento concurso... finalista )

Paranoia final

Al abrir los ojos, un rayo de luz me encegueció, no sabía hacia donde me dirigía, mis ojos se acostumbraron a la luz y me percate, de donde estaba. Estaba de cara a la ventana, con la frente apoyada en el cristal helado. Inevitablemente había caído bajo el sopor de la gris mañana de invierno. El autobús estaba repleto, a mi alrededor, tensas y tristes miradas se entrecruzaban, transmitiendo mensajes ahogados por la represión, eran épocas duras aquellas; el miedo era la moneda corriente y la clandestinidad el desahogo de las almas en pena, almas como la mía, que pululan por las oscuras calles de la capital, escapando a la fatalidad. Y allí estaba yo, en aquel autobús destino a la parte antigua de la ciudad, no lograba recordar el motivo de mi viaje, en mi solo actuaba el instinto, sabía que tenía que escapar pero ¿de qué?

Por la ventana veía a los transeúntes pasar, serios, cabizbajos, moviéndose frenéticamente como hormigas de un lado a otro, siguiendo las órdenes de una reina invisible, tal vez solo era yo, pero el mundo se me antojo más gris. Y entre las personas estaba el, un hombre alto con un impecable traje negro que me veía fijamente, el autobús retomo su marcha, y yo continúe mi camino ahora con la extraña sensación de que estaba más cerca del fin. Última parada grito el conductor, ya era hora de bajar, tome mi maleta y baje, el aire estaba helado tanto que parecía cortar la piel. La calle adoquinada desembocaba en el puerto, se veía el mar y el humo de los barcos, en la esquina estaba la pensión, mi destino final. Que magnifica edificación pensé, ya en ruinas estaba, pero aun entre la mugre se podía ver el antiguo esplendor, perdido en la crisis. Al entrar me aborda un extraña mujer, ya mayor pero con un extraño vigor que la hacía ver amenazante. Le pedí una habitación, ella me miro por encima de sus gafas, inspeccionándome, me queda una, la 7 en el tercer piso, la comida es a las 9 pero me parece que no va a estar mucho tiempo por acá. Dicho eso se dio media vuelta y despareció tras la puerta de la cocina. Subiendo a la habitación, me pareció que la pensión tenía vida propia, a cada paso que daba sentía voces provenientes de las habitaciones, risas y gritos, que parecían no callar, y de fondo, una incesante música que no podría sacar más de mi cabeza.

Entre en la habitación y cerré la puerta tras de mí, era pequeña; una cama y un escritorio de cara a una ventana, nada mas necesitaba, solo ese pequeño cubículo donde refugiarme y terminar con lo que venía a hacer. Debía escribir era mi destino, antes de que me encontraran de nuevo y tuviera que volver a escapar, ¿pero qué?, ¿qué era lo que tenía que escribir?, no podía recordarlo, una niebla espesa invadió mi mente, dejando en mi solo los instintos, ya ni sabia quien era yo. De un lado a otro iba, como un león enjaulado, intentando buscar en mí, una respuesta. Lo único que podía recordar era aquel hombre, de traje negro que me veía y parecía reír. Me tumbe en la cama y al cerrar los ojos, estaba en una larga y angosta calle, una luz purpurea lo cubría todo dándole un aire irreal. Sentía una mirada clavada en mi, que paralizaba mi cuerpo, intente correr lo más rápido que me permitieran mis piernas ,pero una fuerza invisible oponía resistencia, logre llegar al portal de una casa y me decidí a entrar buscando refugio. Pasado el zaguán me encontré en un enorme salón abarrotado de gente enmascarada y vestida en sus mejores galas. Todos posaron su mirada en mí, petrificándome, posteriormente la habitación comenzó a girar en torno a mí, las personas allí presentes tan solo eran una sombra difusa, lo único que lograba distinguir era esa risa incesante, que se fundía con la música que parecía no tener fin. Desperté repentinamente con el sudor resbalando por mi rostro, necesitaba tomar aire. Baje al salón y allí vi a un anciano de larga barba sentado junto al fuego, me veía fijamente y decidí acercarme me senté en una butaca junto a la suya, posó sus ojos nuevamente en mi y dijo; ¿vos también estas escapando?, a lo que respondí; en estos tiempos, ¿Quién no está escapando? Yo no estaría tan confiado replico y no hablaría antes de pensar, porque hay oídos en todas partes y muchas bocas dispuestas a vender, los secretos ajenos. Sus penetrantes ojos claros me hicieron estremecer, ¿qué sabia ese hombre que lo hacía hablar así?. No sé de qué me habla señor le dije, me pare rápidamente y Salí de allí. Aun sentía su mirada taladrando mi nuca, él sabía algo que yo no, no sé qué, pero algo sabia, me iban a encontrar, tenía que salir. Subí rápidamente a mi habitación, al entrar percibí una sutil diferencia, el broche de mi maleta estaba abierto y dentro de ella habían objetos que no logre reconocer, los papeles que antes estaban en blanco ahora estaban llenos de extraños dibujos como planos de maquinas desconocidas y arboles de ramas entramadas formando patrones irregulares, que no lograba comprender. A pesar de la confusión, junte mis cosas y me precipité de la pensión.

Recorrí las angostas calles de la capital buscando un refugio, pero me era imposible ya que la niebla no me permitía ver más allá de unos metros de distancia, lo único que distinguía eran voces y el repiquetear de mis zapatos en los adoquines. Extraño paisaje aquel, pensé, los lúgubres rincones evocaron en mí la música de Piazzolla, muisca que no podía sacar de mi cabeza desde que llegue a la pensión. La luz de las farolas, los hombres en gabardina, el sonido del viento, todo parecía formar parte de una canción que aumentaba su ritmo al compas de mis pasos.

En mi interminable recorrido por aquellos entramados pasadizos, en busca de un lugar seguro donde descansar, me encontré con un heraldo del destino. Una anciana, demacrada por el paso de los años, percutida por la mala vida, que se hallaba sentada en el suelo descalza y falta de abrigo. Me acerque a ella siguiendo un impulso irrefrenable, y me hinque para poder hablarle. Qué hace usted en el suelo, le pregunte, a lo que ella respondió con una gran sonrisa, estoy esperando el fin de mis días al igual que usted. Mi mirada debió de reflejar lo extraña que me pareció su respuesta, ya que ella ensancho su sonrisa y me dijo; no se asuste ya encontrara su lugar en el mundo, ahora se tiene que marchar ya es casi la hora. Tal presagio de un evento aun desconocido para mí, me helo la sangre, una parte de mi mente me decía que debía correr y otra parte que tenía que esperar. Mire mi reloj, era casi medianoche, cuando volví a alzar la mirada aquella mujer ya no estaba, ahora si lo sabía, debía correr.

Intente cruzar la calle pero una luz me encandilo y mi cuerpo se estremeció como si una corriente eléctrica lo atravesara, seguí caminando a pesar de que cada paso se me hacia mas difícil, sentía como si caminara debajo del agua. Volví mi cabeza sobre el hombro derecho, y vi donde antes estaba yo, ahora estaba el hombre del traje negro que me veía fijamente y detrás de el una fuente de luz, quise correr en dirección contraria pero donde antes no había nada, ahora había una multitud que se agolpaba para ver alguna clase de espectáculo, donde el hombre del traje negro estaba. Quería correr, gritar, pero nadie me respondía, nadie me veía, no me dejaban pasar, caminar se hacía mas y mas difícil sentía como si pesara cada vez mas y mis piernas se fueran poniendo rígidas, no podía luchar más. Me di vuelta y allí estaba él, parado, a los pies de un cuerpo inerte que había sido arrollado por un autobús, me dirigí hacia donde se posaban todas las morbosas miradas, allí, estaba mi cuerpo, a los pies de aquel extraño hombre, que me miro irónicamente, esbozo una sonrisa y me dijo ¿nos vamos?, allí comprendí que no podía escapar mas a mi destino, por fin me había atrapado.

Fin

miércoles, 11 de mayo de 2011

Reflexiones sobre el compañerismo

El tiempo ha dejado huellas sobre nuestro ser, ha sacudido nuestra esencia, funcionándola hasta transformarse en fuente envidiable de amor y locura.


Hemos encontrado un tesoro inalterable, intacto y deseoso de ser revelado, atravesando lo finito y reposando sobre el destino, este se ha asignando el nombre de compañerismo.

martes, 26 de abril de 2011

Sobre el amor

Necesito recorrer tu cuerpo con mis manos, sentir tu fragancia pura y suave que se entremezcla con la brisa fresca, entrando por la puerta que da la bienvenida a nuestro lecho sagrado.
Tu movimiento en las sabanas, sutiles cuan sirenas en el agua y tu rostro embriagado de placer, reafirmaron este sentimiento encontrado recientemente y rescatado de las penumbras, congelándose en el tiempo y dejando a su paso miles de almas satisfechas y por segundos desposeídos de otros.
Este sentimiento se ha dado a conocer, despejando todo misterio y enigma, tomando el nombre de AMOR.

miércoles, 2 de marzo de 2011

sin nombre . por tina

El gato salió corriendo de la habitación, el sonido de sus patas presurosas escapando por el pasillo se asemejaron al tic tac de un reloj frenético. el aire pútrido que emanaba esa habitación nublo mi mente , que despreciable criatura emana tan desagradable olor , a pesar de mi reticencia accedí a entrar cuando aquella voz me llamo , infantil y quejumbrosa me pareció desacorde al insoportable olor que habitaba donde ella provenía , me alegre de comprobar que aquel sonido , aquella voz inocente era discorde de su emisor , oh que hallazgo pensé al ver a aquel ser . El asco y la satisfacción mutaron mi rostro dejando entrever mis sádicas intenciones de justicia. Aquella era una aberración, de enorme tamaño era. Allí estaba sentada en aquella hermosa butaca de terciopelo rojo envuelta en las más finas telas , rodeada de los mas deliciosos majares y coronada con un moño de organza . tamaños lujos para tan repulsivo cerdo , vieja despreciable , camine hacia ella lentamente , disfrutando del miedo que veía reflejado en su rostro , aun mas lentamente posicione mis manos en su gordo y grasiento cuello , en un último gesto de su asquerosa vida me ofreció todas sus inmundas riquezas , pero ya no hay vuelta atrás , ya no hay dinero con que pagar sus crímenes , apreté fuertemente hasta que el más pequeño brillo de codicia al fin se borro de sus ojos. Allí entre inmerecidos lujos encontró su fin y yo… mi descanso.

domingo, 13 de febrero de 2011

Enigma

Dejo sus papeles de trabajo sobre la mesa, fatigado por el sueño, sus ojos dejaban entrever el estrés provocado por la rutina que jornada a jornada se volvía más monótona e irritante y se dispuso a ir a la cama con las últimas fuerzas restantes en ese día.

Caminando por el pasillo oscuro que lo trasladaba desde su escritorio, hasta la habitación del otro lado de la casa, sintió ruido en el dormitorio de su hijo, situada del lado derecho del pasillo.

Al entrar descubrió a Dante mirando con detenimiento una película que por su intuición y la cara de horror del niño, suponía que era de terror.

- Dante, deja ya eso que es de madrugada – dijo Fausto en tono amenazante.

- Si papa!!, aguarda quisiera terminar esta escena, por favor – Exclamo el niño con sus ojos saltones y miedosos.

- A ver dime que es eso tan importante que estas mirando, y de lo cual dejas de lado tus obligaciones primarias, como es el descanso. – Expreso el, en un tono autoritario del cual estaba familiarizado.

El niño lo invito a sentarse junto a el en el borde de la cama y con sus manos pequeñas y temblorosas, giro la pantalla de su ordenador en el sentido donde se encontraba su padre, que sorprendido por la decisión de este, se dejo llevar instintivamente, dejando de lado su fuerte personalidad para sintonizarse de algún modo con el.

Las primeras impresiones que tuvo acerca de esta fue de sorpresa, luego después de mirarla por unos minutos, se sintió invadido, pero a su vez no podía dejar de observarla, algo (quizás sensibilidad) lo encadenaba a ella. Sus ojos manifestaban una emoción, que jamás había sentido en su vida. Una energía contingente recorría todo su cuerpo y los puntos mas intensos eran su cabeza y su pecho, su corazón parecía acelerarse segundo a segundo sin motivo aparente y su cerebro emitía pequeñas explosiones. Estaba en trance.

El niño al ver a su padre en ese estado, se asusto y pregunto si se encontraba bien. A lo que solo respondía; ESTOY NERVIOSO, ESTOY NERVIOSO, ESTOY NERVIOSO.

Al ver tal escena, Dante salio disparado al cuarto de su madre. Al entrar, la encontró durmiendo de lado izquierdo y con la almohada aferrada a su cabeza.

El niño de la forma mas suave e inocente que podía tener, la llamo, una, dos, tres veces, sin reacción de la otra parte, hasta que dio un grito que rajo las paredes. La madre despertó.

- Dante, que ha pasado hijo mío – Le susurro ella al oído.

- Papa se ha vuelto loco madre!!! - Grito el niño.

Al poco de decir estas palabras, la agarro fuertemente de la mano y arrastrándola con una fuerza sobrenatural la saco de la cama y la llevo a los tumbos hacia su dormitorio, donde se encontraba Fausto.

Lo primero que atino a hacer la madre fue quitar rápidamente al niño de la habitación, para evitar un futuro trauma. Una vez logrado que el niño estuviera fuera de esta, tomo al esposo, lo puso sobre su falda y lo miro detenidamente, lo que veía era desgarrador. Fausto no tenía mirada, esta se limitaba a un solo punto, su boca entreabierta emitía chillidos extraños, su respiración era tan rápida que el pecho se le inflaba a un tamaño nunca antes visto y su cuerpo comenzaba poco a poco a tener convulsiones.

Estefania estaba anonadada, su cara figuraba un desprecio por su marido y una repugnancia absoluta, lo único que atino a hacer fue empujarlo hasta sacarlo de la cama, cayendo Fausto y retorciéndose en el suelo cuan pez fuera del agua.

Dante entro al cuarto llevado por su incertidumbre y al ver a su madre parada delante del padre, sin realizar ningún movimiento para ayudarlo y con su rostro inexpresivo fue doloroso, llorando desconsolado, tomo a su padre y lo aferro con fuerza sobre su pecho, solo de esta manera cesaron las convulsiones hasta finalizar su trance.

Fausto retomo la calma, volvió así mismo, reincorporándose lentamente, sentado con la espalda apoyada en la cama y con su hijo abrazado a el, volvió a ser el mismo, pero Estefania sabia que no era así.

Sentía que su mirada no era la misma, aquella mirada que un 4 de Septiembre la enamoro había mutado, transformándose en morbosa y rozando el limite de la perversidad…

sábado, 5 de febrero de 2011

El reencuentro

Nuestras miradas penetraron en lo más profundo de nuestras almas, tus ojos clamaron mi cuerpo, tu mente embelleció mi rostro y mi sonrisa apaciguo al sol, robando su luz e iluminando nuestro camino.

Tu cuerpo se torno pálido, tus nervios afirmaban que me amabas y tus palabras alababan el amor encontrado en las penumbras de la distancia.

Dulce princesa, tu aroma asemeja al de las flores en primavera, tu néctar alimenta mi ser y tu juramento de amor infinito son mis sueños en este mundo hipócrita y desvanecido.