Pasion del alma, tormento de la realidad, la ira es la manifestacion del demonio sobre uno, es estar cerca de uno y lejos de eso que se hace llamar angelical, es estar lejos del corazon y a favor de las apariencias carecientes de humanidad, es estar del otro lado del sol, o mejor dicho estar quemandote por el sol, es vacilar a veces verdades, a veces falsedades,calumnias e injurias, de eso se trata, es ponerse violento cuando uno menos lo espera y faltar el respeto a quien no lo merece. La ira es amiga de satan, es la mentira, la desesesperacion y el odio multiplicado por infinito. Es ese momento en el que el humano se despoja de su naturaleza divina y tenue.
Para provocar luego el arrepentimiento, y volver a su naturaleza divina.
Perdon miriam...
sábado, 24 de octubre de 2009
viernes, 23 de octubre de 2009
La noche de los feos
La noche de los feos(La muerte y otras sorpresas, 1968)
1. Ambos somos feos. Ni siquiera vulgarmente feos. Ella tiene un pómulo hundido. Desde los ocho años, cuando le hicieron la operación. Mi asquerosa marca junto a la boca viene de una quemadura feroz, ocurrida a comienzos de mi adolescencia. Tampoco puede decirse que tengamos ojos tiernos, esa suerte de faros de justificación por los que a veces los horribles consiguen arrimarse a la belleza. No, de ningún modo. Tanto los de ella como los míos son ojos de resentimiento, que sólo reflejan la poca o ninguna resignación con que enfrentamos nuestro infortunio. Quizá eso nos haya unido. Tal vez unido no sea la palabra más apropiada. Me refiero al odio implacable que cada uno de nosotros siente por su propio rostro. Nos conocimos a la entrada del cine, haciendo cola para ver en la pantalla a dos hermosos cualesquiera. Allí fue donde por primera vez nos examinamos sin simpatía pero con oscura solidaridad; allí fue donde registramos, ya desde la primera ojeada, nuestras respectivas soledades. En la cola todos estaban de a dos, pero además eran auténticas parejas: esposos, novios, amantes, abuelitos, vaya uno a saber. Todos —de la mano o del brazo— tenían a alguien. Sólo ella y yo teníamos las manos sueltas y crispadas. Nos miramos las respectivas fealdades con detenimiento, con insolencia, sin curiosidad. Recorrí la hendidura de su pómulo con la garantía de desparpajo que me otorgaba mi mejilla encogida. Ella no se sonrojó. Me gustó que fuera dura, que devolviera mi inspección con una ojeada minuciosa a la zona lisa, brillante, sin barba, de mi vieja quemadura. Por fin entramos. Nos sentamos en filas distintas, pero contiguas. Ella no podía mirarme, pero yo, aun en la penumbra, podía distinguir su nuca de pelos rubios, su oreja fresca bien formada. Era la oreja de su lado normal. Durante una hora y cuarenta minutos admiramos las respectivas bellezas del rudo héroe y la suave heroína. Por lo menos yo he sido siempre capaz de admirar lo lindo. Mi animadversión la reservo para mi rostro y a veces para Dios. También para el rostro de otros feos, de otros espantajos. Quizá debería sentir piedad, pero no puedo. La verdad es que son algo así como espejos. A veces me pregunto qué suerte habría corrido el mito si Narciso hubiera tenido un pómulo hundido, o el ácido le hubiera quemado la mejilla, o le faltara media nariz, o tuviera una costura en la frente. La esperé a la salida. Caminé unos metros junto a ella, y luego le hablé. Cuando se detuvo y me miró, tuve la impresión de que vacilaba. La invité a que charláramos un rato en un café o una confitería. De pronto aceptó. La confitería estaba llena, pero en ese momento se desocupó una mesa. A medida que pasábamos entre la gente, quedaban a nuestras espaldas las señas, los gestos de asombro. Mis antenas están particularmente adiestradas para captar esa curiosidad enfermiza, ese inconsciente sadismo de los que tienen un rostro corriente, milagrosamente simétrico. Pero esta vez ni siquiera era necesaria mi adiestrada intuición, ya que mis oídos alcanzaban para registrar murmullos, tosecitas, falsas carrasperas. Un rostro horrible y aislado tiene evidentemente su interés; pero dos fealdades juntas constituyen en sí mismas un espectáculos mayor, poco menos que coordinado; algo que se debe mirar en compañía, junto a uno (o una) de esos bien parecidos con quienes merece compartirse el mundo. Nos sentamos, pedimos dos helados, y ella tuvo coraje (eso también me gustó) para sacar del bolso su espejito y arreglarse el pelo. Su lindo pelo. “¿Qué está pasando?”, pregunté. Ella guardó el espejo y sonrió. El pozo de la mejilla cambió de forma. “Un lugar común”, dijo. “Tal para cual”. Hablamos largamente. A la hora y media hubo que pedir dos cafés para justificar la prolongada permanencia. De pronto me di cuenta de que tanto ella como yo estábamos hablando con una franqueza tan hiriente que amenazaba transpasar la sinceridad y convertirse en un casi equivalente de la hipocresía. Decidí tirarme a fondo. “Usted se siente excluida del mundo, ¿verdad?” “Sí”, dijo, todavía mirándome. “Usted admira a los hermosos, a los normales. Usted quisiera tener un rostro tan equilibrado como esa muchachita que está a su derecha, a pesar de que usted es inteligente, y ella, a juzgar por su risa, irremisiblemente estúpida.” “Sí.” Por primera vez no pudo sostener mi mirada. “Yo también quisiera eso. Pero hay una posibilidad, ¿sabe?, de que usted y yo lleguemos a algo.” “¿Algo como qué?” “Como querernos, caramba. O simplemente congeniar. Llámele como quiera, pero hay una posibilidad.” Ella frunció el ceño. No quería concebir esperanzas. “Prométame no tomarme como un chiflado.” “Prometo.” “La posibilidad es meternos en la noche. En la noche íntegra. En lo oscuro total. ¿Me entiende?” “No.” “¡Tiene que entenderme! Lo oscuro total. Donde usted no me vea, donde yo no la vea. Su cuerpo es lindo, ¿no lo sabía?” Se sonrojó, y la hendidura de la mejilla se volvió súbitamente escarlata. “Vivo solo, en un apartamento, y queda cerca.” Levantó la cabeza y ahora sí me miró preguntándome, averiguando sobre mí, tratando desesperadamente de llegar a un diagnóstico. “Vamos”, dijo.2. No sólo apagué la luz sino que además corrí la doble cortina. A mi lado ella respiraba. Y no era una respiración afanosa. No quiso que la ayudara a desvestirse. Yo no veía nada, nada. Pero igual pude darme cuenta que ahora estaba inmóvil, a la espera. Estiré cautelosamente una mano, hasta hallar su pecho. Mi tacto me transmitió una versión estuimulante, poderosa. Así vi su vientre, su sexo. Sus manos también me vieron. En ese instante comprendí que debía arrancarme ( y arrancarla) de aquella mentira que yo mismo había fabricado. O intentado fabricar. Fue como un relámpago. No éramos eso. No éramos eso. Tube que recurrir a todas mis reservas de coraje, pero lo hice. Mi mano ascendió lentamente hasta su rostro, encontró el surco de horror, y empezó una lenta, convincente y convencida caricia. En realidad mis dedos ( al principio un poco temblorosos, luego progresivamente serenos) pasaron muchas veces sobre sus lágrimas. Entonces, cuando yo menos lo esperaba, su mano también llegó a mi cara, y pasó y repasó el costurón y el pellejo liso, esa isla sin barba de mi marca siniestra. Lloramos hasta el alba. Desgraciados, felices. Luego me levanté y descorrí la cortina doble.
Mario Benedetti
jueves, 15 de octubre de 2009
Solo tu
Tus labios me dicen q me amas, tu mirada, me lo afirma, tu voz infinita como un coro de ángeles que trinan en tu nombre. Mariposa de mis sueños, deposítate en mi alma, cierra tus alas sobre mi corazón, cobíjate en mi sueños. Que las horas se detengan, no quiero escuchar mas el tictac de los relojes asesinos, diciendo que se acaba nuestra hora pronto.
Oh!! dulce valentina recobras tu mirada en mi, recorro tu cuerpo, tu pelo oscuro, como azabache, tu piel blanca como nieve de montaña. Tu angelical y hada y princesa y todo, mi amor inconfundible, yo sin ti no vivo, vivir sin ti es imposible, y siempre muero.
Oh!! dulce valentina recobras tu mirada en mi, recorro tu cuerpo, tu pelo oscuro, como azabache, tu piel blanca como nieve de montaña. Tu angelical y hada y princesa y todo, mi amor inconfundible, yo sin ti no vivo, vivir sin ti es imposible, y siempre muero.
Un te amo
Hoy dijistes por primera vez te amo, 2 palabras desconocidas por ti y por mí, aun no sabemos q significa, seguramente algo bello, pero es algo incognoscible. La intuición me indica que es algo hermoso, la razon me lo permite, como el sol a la lluvia. Sin embargo no quiero morir en el intento, no quiero perder sin haber jugado. Y mi corazon y alma no me lo niegan.
miércoles, 14 de octubre de 2009
Dia soleado
Hoy día soleado, me encuentro ubicado a orillas de una laguna artificial, mucha gente alrededor y yo sin ti, y tu sin mi… tu recuerdo hoy se clava en mi alma como puñal de olvido, como rayo a su nube, como soldado a su enemigo. Hoy tu mirada esta ausente, tu boca perdida, tu alma vaga en pena. Mi alma carece de sentimientos al no encontrarte, tu mi musa inspiradora en tanto poemas de amor y ternuras. Las soledades y los odios pertenecen a mi verdugo, compañero inseparable de mi corta vida.
domingo, 11 de octubre de 2009
domingo, 4 de octubre de 2009
Sumision (como union irrefrenable)
Aquí me tienes sometido, como tantas veces en la vida, como el río al agua, como la montaña a la nieve. Tú me necesitas, yo te necesito, ambos nos necesitamos. Aunque no nos querramos estaremos hasta la muerte, con la soledad y los instintos tambien, testigos incondicionales de nuestro amor. Tú que estuviste desde los tiempos más remotos y hoy en la actualidad revives como el fuego día a día. Ese fuego eterno del cual siempre estaremos quemados. Somos solo llamas formando fuego, y luego seremos cenizas, y otras llamas formando fuego, y otras cenizas, asi se formo el mundo y asi acabara junto a ti, junto a mi...
viernes, 2 de octubre de 2009
Soledad
Mi amiga y compañera inconfundible de penas, recuerdos, y algunas sutilezas. Hoy te veo como mi amante fiel y descarada, atrevida y dionisiaca. Tu que me acompañas en momentos felices y tristes, bellos y feos, frios y calidos. En tus ojos veo espectros, fantasmas de amarguras que vagan dia a dia, recordando, y nunca olvidando lo que fui y lo que soy, lo que sere no lo sabre al menos por hoy... mañana quien sabe.
jueves, 1 de octubre de 2009
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